19 abril 2005

Una ovejita, dos ovejitas, tres ovejitas... la puta alarma.

Antes de nada, pediré disculpas por haber tardado tanto. La culpa la tienen unas fotos que hice el sábado y que no puedo sacar del móvil (vale, tampoco es que lo haya intentado con demasiada convicción... voy a tener que volver a usar el viejo método de la coación electrónica). Aún así, como ya eran muchos días sin escribir y para celebrar que hemos atravesado con éxito la barrera de las 50 visitas -aunque hay trampa en esto... como la mitad son mías entre las que he hecho para escribir y las que he hice para comprobar los cambios en el código del layout-, decidí que ya pondría las fotos otro día. Así que aquí estoy, para todos vosotros... mi grandioso público de 3 personas y una conciencia! Primero os pondré al día y luego ya derretiré neuronas:


He pasado un fin de semana estupendo. Aunque he estado trabajando y me he privado bastante del gran placer que es el sueño, hacía muchas lunas que no me divertía tanto. El viernes se pasó a verme por el trabajo mi amigo Javi y como ya os conté, nos reímos mucho esa tarde, después cenita de las poco sanas y hablando hasta las tantas... llegué a mi casa, acabé el libro que estaba leyendo sobre vampiros e inmediatamente me encendí otro. Creo que tengo un problema, ¡soy adicto a la vampirina! Vamos, que sólo me faltó dormir boca abajo colgado del flexo, porque me acosté a las 5 de la mañana. Eso no sería problema si no hubiera puesto la alarma del móvil a las 9. Para poder seguir con mi fin de semana a tutiplén, le cambié el turno en el trabajo a mi compi Jose, así que tenía que abrir el ciber a las 10. Contando con la ducha de rigor, el homenaje en forma de desayuno y el paseo en moto hasta allí, decidí poner la alarma del móvi a esa hora, a las 9. Craso error, porque...


Sábado: suena la alarma del móvil, sí la del párrafo anterior, y lo cojo. Lo miro con cara de alelao y pienso: "Sí, son las nueve... pero estoy seguro de que algo va mal, que la estoy cagando y no sé por qué." De repente me di cuenta: "¡La señora de la limpieza!" Como el sábado era uno de los días de la semana en los que venía, había que abrir el ciber a las 9 y no a las 10. Así, como si fuera un Arturo Fernández cualquiera, iba yo por mi casa abrochándome el pantalón y diciendo "Joder, joder, joder... chatín, chatín, chatín... joder, joder, ¡JODER!". Así, sin civilizar, a medio vestir, sin desayunar y con legañas en los ojos, salté a la moto y me fui a trabajar echando leches. Lo que más me jodía era no haberme podido duchar, porque iba a ir zombie todo el día. El asunto de las legañas no me preocupaba, porque como de todas maneras el sol me deslumbra a esas horas de la mañana, ya estoy acostumbrado a conducir de memoria y a intuir los peligros con mi sentido arácnido-estúpido. Llegué a trabajar y me disculpé con la señora de la limpieza que se tomó muy bien los 20 minutos de plantón y ni siquiera me dejó invitarla a un café que iban a pagar mis jefes. Pasé la mañana medio apollardao y dando cabezadas, como era de esperar y a eso de las 3, me fui a una barbacoa en honor de Álvaro, que fue su cumpleaños la semana pasada

FELICIDADES, COLEGUITA!!!



Pues eso, que la barbacoa estuvo llena de carne y amor, y no porque jugáramos esta vez al Tabú (el Twister también habría estado bien), si no porque nos lo pasamos de miedo y como siempre, ocurrieron cosas extrañísimas: los árboles del barrio tenían injertos de frutas muy raras, ET vino a visitarnos reencarnado en varias partes, oímos el canto de apareamiento del conductor impaciente (se ve que estaba en celo) y presenciamos la carga de la Vaquiria que se ve que no estaba en celo si no comiéndose el postre, con la consiguiente pérdida de consciencia del entorno y de habilidades motoras. Había prueba documental de todas estas maravillas, pero mi puto móvil no ha querido cooperar. Casi mejor, porque estaba pensando en cambiarlo, y como está en garantía, voy a ver si me hacen el apaño.

Justo cuando nuestros ejércitos oscuros (los que compartíamos Yor y yo) estaban a punto de hacerse con el control de Mordor y asolar la Tierra Media con una ferocidad como no se había visto antes, salta la puta alarma del móvil (sí, otra vez) y me tengo que volver al trabajo (sí, otra vez). Esto también formaba parte de mi pacto diabólico para "librarme" del turno de tarde, tendría que estar en el ciber de 8 a 10. Con todo el dolor de mi corazón (y un poco del de mi tripa, que había comido mucho) me fui al ciber, otra vez a leer libros de vampiros, que para eso me pagan.

Justo al acabar mi turno, se presentó Rubén, un tipo majete al que había prometido arreglar el ordenador (Dios sabrá porqué) el día anterior, y al que había dejado más plantado el día anterior que a la señora de la limpieza. Por segunda vez en el día me deshice en disculpas y le dije que iría con él y no me marcharía hasta que su ordenador funcionara como la seda aunque tuviera que tirarme la noche sin dormir. La verdad es que no tenía ni puta gana, pero ya sabéis que el karma es como el Lehendakari: en cualquier momento se revuelve y muerde la mano que le da de comer. No es que la creencia en un infalible mecanismo regulador del universo domine mis actos (al menos cuando estoy consciente), pero encuentro que es un concepto útil y que me ayuda a no embrutecerme (más) por decirlo de alguna manera. Visto lo visto, le acompañé a su casa, me presentó a una amiga argentina que estaba de muy buen ver (y por lo que supuse de mejor catar) y nos fuimos los tres a sacarle las tripas al ordenador de marras. tardé como una horita y media, pero lo dejé impecable. Rubén me dio las gracias (varios pares de millones de veces) y me invitó a cenar: pizza y cocacola. ¡Qué bien, más comida sana! Tras lo cual, no se le ocurre otra cosa que sacar una guitarra. En ese momento lo vi claro: ese día iba a dormir menos que el anterior. Con respecto al resto de la noche, sólo diré que cuando llegué a casa, no se me habían quitado las ganas de tocar la guitarra ni de leer libros de vampiros; aún así sólo estuve despierto hasta que consideré prudente: las 5 y media de la mañana.

Domingo: suena la alarma del móvil y lo cojo: las 9. Lo miro con cara de alelao y pienso "Esto ya lo he hecho antes, ¿no?". Afortunadamente, enseguida empezó a entrarme una mala hostia considerable, casualmente del mismo tipo que me da el tener que ir a trabajar los domingos y demás festivos. Eso me dio una pista y entonces vi la luz: aunque no lo pareciera, era un día distinto de ayer y yo no era Bill Murray. Esta vez, me di una ducha doble y cuando pude pensar con claridad, hice lo que toda persona cuerda habría hecho: dos vasos de café con leche y ración doble de galletas. Luego me fui al trabajo (pero eso sólo lo hice una vez). Después de trabajar, me llama Jere y me dice que coma con él, pero como mi madre estaba sola y la comida ya estaba hecha, le digo que iré cuando acabe.

Cuando cogí la moto hacía un viento del carajo (en casa de Jere, de dos carajos). Resulta que se había quedado con el Risk del día anterior y nos dispusimos a echar unas partiditas. Entre cabezada y cabezada, y torrija y torrija (ya os imagináis quién cabeceaba y quién era el que torrijeaba, ¿no?) estuvimos varias horas desafiando las leyes de la probabilidad. Sólo para demostrar que Jere y yo somos señores de ciencia, el amiguete Murphy (es un graaaaaaan conocido mio, ya os iréis dando cuenta) nos hizo una visita y para cuando acabamos de jugar, estábamos dispuestos a decir que la Tierra es plana (y con forma de posavasos) y que Pi es 3 exactamente si nos hubieran dado a elegir entre eso o tirar otro dado.

Me vuelví para casa y por una vez aparqué la moto en su sitio (en el garaje). La tontería de haber cumplido con mi deber cívico y no haber dejado la moto aparcada en la acera justo enfrente de mi casa -para ahorrarme los paseos al garaje- me hizo sentir tan bien, que me fui directamente a la cama (esta vez no hubo libro de vampiros) y dormí como un bendito.

Las historias del lunes las dejo para el próximo post.

Se supone que ahora iba a seguir escribiendo sobre un par de cosas más (opiniones y eso), pero no es tan urgente como para que no os permita descansar. Además, llevo un día de retraso con mi libro de vampiros, voy a colgarme del flexo.

Buenas noches y Saludos Peludos,

Diego.

3 Opinaciones:

Anonymous Anónimo dijo...

Jejeje... vaya a sido como pasar un fin de semana contigo, jejeje !!!mi vida se multiplicaaaa¡¡¡¡ ahora no se si el fin de semana pasado, dormí hasta las 11 o no dormí hasta las 5... jejeje.

De poca gente leo textos tan largos, (es un cumplido)

Saludos José Enrique.

10:04 p. m.  
Blogger Didacsoy dijo...

Los libros eran "The Vampire Armand" y "Blood and Gold". Las historias de Armand y Marius, las partes 6 y 7 de las Crónicas Vampíricas respectivamente. Lo de la quiniela no te creas que no lo he pensado, pero es que el fútbol me llama más bien poco.

12:50 a. m.  
Blogger Didacsoy dijo...

Visto así, no es mala idea. De repente me siento motivado, eso de tener dineuros debe de ser bastante cómodo. Aunque honestamente, no creo que hacerme rico me vaya a resolver el momento por el que paso. Seguramente cuando me aburra un día de estos inventaré una máquina de hacerse rico, cuando lo haga, iremos a pachas, por lo de la motivación :P

10:17 a. m.  

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